

Vale, vale, esto tampoco nos acaba de cuadrar con los superhéroes norteamericanos de turno, que no suelen destacar por sus guiones, dejándolo todo al efectismo de unos superpoderes que, a pesar de los maquiavélicos planes urdidos por los megavillanos, indefectiblemente conseguirán acabar con ellos, aunque sea siempre por los pelos y en el último momento. Tampoco encaja demasiado bien con los mangas japoneses, tan extraños como sus lectores, que abundan en situaciones un tanto fetichistas junto con un humor que, delicadamente, podríamos calificar de “peculiar”.
Vamos, que como leí hace poco en internet: “Si algún día nos meten en la cárcel por descargar música, sólo pido que nos separen por estilos musicales”. Pues yo pido que nos separen por gustos en materia de cómic.
A diferencia de los anteriores, el cómic europeo y el sudamericano están más bien centrados en la denominada “novela gráfica”, es decir, un género en el cual la historia es tan importante como su expresión gráfica, y viceversa.

Lo cierto es que estas películas de Corto Maltés se hicieron en un país, como es Francia, donde el cómic “para adultos” no significa que tenga carácter pornográfico (subgénero muy apreciable, por cierto), sino que goza de tanto prestigio como la novela para lectores hechos y derechos.
También fue en Francia donde se llevó al cine otro cómic: “El clic” de Milo Manara (1997). Este italiano es conocido por sus hermosas mujeres, de piernas larguísimas, casi interminables (que hacen que la realidad envidie a la ficción), a la par que tienen una inestimable propensión a desnudarse en sus páginas a la menor oportunidad. En ese comic, Manara pasó al papel uno de los sueños de todo hombre: un aparato que hacía que la mujer que se eligiese cayera rendida de amor y deseo. El resto del comic y de la película, como siempre, sólo añade complicaciones, pero la idea de que podamos provocar el deseo más intenso a cualquier mujer con la que nos crucemos, con sólo pulsar un botón, es francamente turbadora.
El cómic y el cine vienen también unidos por el “storyboard”: una serie de viñetas que esbozan la narración de una película. Se utiliza para preparar la filmación de las escenas; le sirve de guía al director incluyendo todos los detalles de encuadres, ángulos y secuencias que se estimen oportunos. Esto nos lleva a otra importante cuestión: si es mejor el cómic llevado al cine mediante animación, o convirtiendo a los personajes de dibujo en actores de carne y hueso. Cada una de las dos posibilidades tendrá sus seguidores (y sobre todo detractores), pero si poner caras de carne y hueso a una novela es difícil sin defraudar a nadie, hacerlo con un cómic es casi imposible.

En contraste con los hiperhéroes americanos, los protagonistas de películas y comics europeos y sudamericanos parecen tener siempre más preguntas que respuestas... Eso me recuerda lo que me dijo un amigo hace ya años: que el gran mérito de los griegos, los padres de nuestra civilización, no fue encontrar respuestas (por otro lado muy apreciables) a sus preguntas, sino precisamente plantearse por primera vez las grandes cuestiones, que todavía hoy nos hacen asomar al vacío: ¿Quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos?